Joaquín Riera no solo lleva consigo el acento tucumano, sino también el temple que forjó en Los Tarcos, club donde dio sus primeros pasos en el rugby. Hoy, a sus 30 años, el jugador que alguna vez soñó desde una cancha del norte argentino, cuenta con siete años de experiencia en Europa. Vivió en Italia y Francia, enfrentándose a desafíos deportivos y personales que lo convirtieron en lo que es hoy. Actualmente vive en Ruan, al norte de Normadía, junto a su esposa, y juega en el Rouen Normandie de la Championnat Fédéral Nationale de Francia.
Todo comenzó en 2016, cuando Riera decidió dar el salto al rugby profesional. Su destino inicial fue el Petrarca Rugby, un club de la Primera división italiana, donde permaneció varios años. “Ahí comencé a ver qué tan competitivo era el rugby europeo. Me enfrentaba a jugadores seleccionados de Italia, Irlanda, Escocia... el nivel era altísimo”, recuerda con entusiasmo. Pero el camino no siempre fue lineal. En 2020, mientras el mundo enfrentaba la pandemia, Joaquín tomó la decisión de mudarse al Benetton Rugby, una franquicia italiana que compite en el United Rugby Championship, un torneo europeo que reúne equipos de Gales, Irlanda, Escocia y Sudáfrica.
“Fue un cambio enorme. Ahí entendí que el rugby es más que un deporte. Estás representando a un club, pero también a un país. Competir contra los mejores del mundo me hizo crecer mucho”, comenta. Además, durante su etapa en Benetton, compartió vestuario con otros argentinos destacados como Thomas Gallo, Tomás Albornoz y Nahuel Tetaz Chaparro. “Con ellos formé una hermandad. Había un sentido de pertenencia especial que hacía todo más llevadero lejos de casa”, reflexiona.
Pero no todo fue fácil. El año pasado, Joaquín enfrentó una lesión grave en la muñeca que lo dejó fuera de las canchas durante gran parte de la temporada. “Fue un golpe durísimo. Era mi último año de contrato y, aunque tenía ganas de seguir en Benetton, no me renovaron. Fue un momento de mucha incertidumbre porque uno empieza a dudar si podrá volver al nivel que tenía antes”, confiesa. Sin embargo, su espíritu competitivo lo impulsó a buscar nuevas oportunidades, y encontró un nuevo hogar en Francia. Actualmente juega en un club de Segunda división, con el objetivo de ascender. “Volver a las canchas fue un logro personal enorme. Eso era lo que más quería, ahora llevo más de 10 partidos como titular y quiero cumplir el objetivo del ascenso”, asegura.
En este camino, Joaquín no estuvo solo. Su esposa, Solana Ferreyra, con quien se casó en Tucumán en 2023, fue su mayor apoyo. “Ella estuvo conmigo desde el principio. Me bancó en todas. Cuando me fui a Europa, empezó a estudiar a distancia y trabajó en lo que pudo, incluso como niñera y en un bar. Hoy, trabaja en marketing desde la computadora para empresas argentinas. Eso nos da cierta estabilidad, pero sobre todo, mucha flexibilidad”, cuenta Joaquín. A pesar de los cambios constantes de ciudad, ella siempre estuvo a su lado, lista para empacar las valijas y comenzar de nuevo.
El rugby no solo le dio la posibilidad de recorrer el mundo, sino también de conocer diversas culturas y formar lazos profundos con personas de diferentes países. “Compartir vestuario con sudafricanos, irlandeses, escoceses... te abre la cabeza. Cada uno ve el juego y la vida de manera distinta, y eso te enriquece”, reflexiona. Uno de sus recuerdos más emotivos fue recibir un mensaje de un ex compañero del Petrarca, con quien no hablaba desde hace años: “Ese tipo de conexiones te marcan para siempre”, cuenta.
Joaquín Riera no se olvida de Los Tarcos
Riera también valora las raíces que le dio el rugby tucumano y compara la mentalidad del jugador argentino y del europeo. “En Los Tarcos aprendí lo que significa el esfuerzo. Tenía compañeros que trabajaban todo el día y a la noche iban a entrenar con la misma intensidad que un profesional. Eso te forma como persona y te da una ética que es difícil de encontrar en otros lugares, sobre todo si tenés en cuenta que es amateur. Me pasó en Italia que hay chicos que llegan a Primera y firman su contrato como si nada; por ahí si los profes te dicen que hay doble turno, hacen gestos. No valoran tanto el sacrificio de ‘llegar’, para ellos es más sencillo y lo ven de otra manera”, explica. Esa experiencia fue clave para enfrentar los desafíos de su carrera en Europa.
A pesar de la distancia, Joaquín no olvida su provincia. “Tucumán me dio todo. Mi familia, mis amigos, mis valores... Todo nace en casa y en los clubes donde crecés. Si bien sé que mi etapa en la selección ya pasó, sueño con volver algún día a mi club y devolverle un poco de lo que me dio”, admite.
Aunque vive del rugby, Riera es consciente de las limitaciones económicas de este deporte en comparación con el fútbol. “Podés vivir bien, pero no salvarte. Estamos lejos de eso. Lo importante es que te permite proyectar, y mientras tanto, yo disfruto de cada día que puedo dedicarme a esto”, comenta. A futuro, su principal objetivo es ascender con su club actual y seguir jugando a un nivel competitivo. “Tengo 30 años, no soy un pibe, pero todavía siento que puedo dar mucho más”, afirma con seguridad.
El camino de Riera no fue fácil. Decisiones difíciles, sacrificios y momentos de incertidumbre marcaron su trayectoria. Sin embargo, cada paso lo llevó a crecer como jugador y como persona. Hoy, desde Europa, mira hacia atrás con orgullo. “Si tuviera que volver a tomar la misma decisión, lo haría sin dudar. Soy un afortunado de poder vivir de lo que amo. Este deporte me dio todo y por eso siempre estaré agradecido”, aseguró.
La experiencia de enfrentarse a los mejores del Viejo Continente
Riera no solo se enfrenta a los desafíos propios de un torneo competitivo, sino también al roce con figuras de primer nivel del rugby internacional, un aspecto que marcó su experiencia en Europa.
“Es súper profesional en cuanto a la preparación física durante la semana. Estamos mucho más tiempo juntos, mucho más tiempo en gimnasio, entonces se alza el nivel del contacto. Después, en cuanto a estrategia y plan de juego, también se trabaja mucho en reuniones para tratar de ver cómo influir positivamente en el partido metiendo bajo presión al rival o cómo hacer para que el rival no te ponga bajo presión”, explicó Riera.
Además del enfoque en los entrenamientos, el tucumano destacó cómo el ritmo de juego y el nivel de contacto en el rugby europeo. “En la cancha, no hay mucho tiempo para pensar, es más que nada ejecutar, tener un plan de juego. Todo pasa muy rápido, el juego en sí es más rápido, los contactos son obviamente más fuertes, y hay que tratar de hacerlo lo mejor posible”, aseguró.
Una de las particularidades de su experiencia en Europa fue la posibilidad de enfrentarse a jugadores internacionales de selecciones históricas como Irlanda, Gales, Escocia y Sudáfrica. Esto, según Riera, se convirtió en parte de su rutina, aunque no deja de ser especial. “Mi torneo lo que tenía de particular era que jugábamos contra franquicias galesas, irlandesas, escocesas y sudafricanas. Todas las semanas te cruzabas con jugadores internacionales de estos países. Por la copa europea, jugaba contra equipos ingleses y franceses, así que un poco te los terminabas cruzando a todos”, afirmó Riera, quien quedó inmortalizado en un tackle de Siya Kolisi, capitán de Sudáfrica.
Pese a lo impactante que podría parecer enfrentar a figuras de renombre mundial, Riera explica que, una vez en la cancha, todo se reduce a cumplir con su rol. “Al final, te terminás acostumbrando. A ese nivel tenés un rol, un trabajo que hacer, y cuando entrás, te olvidás de quién está adelante. Es más que nada un poco de color antes del partido”, concluyó.